miércoles, abril 26, 2006

La recomendable ley de cuotas. Por Rodolfo Figueroa

Se discute sobre cuotas y discriminación positiva (DP) en favor de las mujeres.
Muchas preguntas surgen y parece interesante detenerse en dos:

  • si esta discriminación está permitida por la Constitución y

  • si ella se funda en buenos argumentos que la hagan recomendable.


La DP es una política que se implanta en un país como producto de un análisis histórico en que se identifica a un grupo o sector históricamente desaventajado, marginado u oprimido, el que producto de tal trato sistemático no está en iguales condiciones que otros grupos para optar o competir. Por ello, la mera igualdad de recursos o de oportunidades no logrará sacarlo de la posición de su desventaja.
En ese contexto se decide efectuar un impulso adicional, discriminando en su favor con la finalidad de igualar las cosas en el mediano o largo plazo. El grupo beneficiario de DP es aquel respecto del cual la sociedad tiene una deuda pendiente y requiere medidas que van más allá de la compensación. Eso sería igualdad de oportunidades. Derechamente requiere discriminación.
¿Está permitida esta medida por la Constitución? Sí, ya que asegura el principio de igualdad, el que se puede implementar mediante diversos modelos. Este caso corresponde a uno de ellos. En Chile existen leyes que la recogen, como la Ley de Indígenas 17.729 en algunos de sus aspectos (reconocida como DP por la Corte Suprema en 1993).

Vamos a la segunda pregunta. ¿Está basada en buenos argumentos? Ciertamente. El principal, justicia histórica en favor de un grupo e igualdad de resultados.
Respecto de la discusión de una ley de cuotas para la mujer (como grupo), las preguntas son: ¿ha sido la mujer objeto de menoscabo, marginación u opresión de modo sistemático? Sí, eso es evidente. Sólo en cuanto a derechos políticos la mujer vota desde 1949 en Chile.
Esa situación, ¿menoscabó y menoscaba la situación de la mujer en el presente? Sí. Las injusticias históricas generan profundas trabas y desventajas que se proyectan en el tiempo, de modo que aunque se conceda iguales derechos ahora, la situación del grupo no se corrige del todo. Eso es precisamente lo que hace necesaria una política de DP. La mujer como grupo sufre desventajas y menoscabos producto de la situación que vivió en el pasado. Finalmente, parte de esta pregunta requiere examinar algunas objeciones a una futura ley de cuotas.
Primero, por ser discriminatoria haría persistir la idea de discriminación en la sociedad. Segundo, generaría sentimientos de inmerecimiento y de ser privilegiado lo que menoscabaría su integridad moral y el objetivo de integrarse plenamente a la sociedad. Tercero, no pondría a los más capaces en los puestos que corresponde, con lo que la sociedad en su conjunto se vería perjudicada. Estos tres argumentos son cínicos y existe abundante literatura que los ha desmentido.
Primero, la discriminación es algo real y no desaparece sola; y como ha sido tan profunda, se requiere una política discriminatoria para eliminarla. La DP no perpetúa la discriminación, sino que es el remedio para erradicarla.
Segundo, parece hipócrita preguntarse por los mejores en una sociedad en que los puestos más aventajados y las oportunidades de capacitación han estado reservados (y continúan estándolo) para unos pocos.
Tercero, no existe una sociedad meritocrática y seguramente pocos están en el puesto que les corresponde. Pregúntese si acaso no hay alguien mejor y más capacitado que usted para ocupar el puesto que actualmente ocupa. ¿Tiene sentimientos de culpa y de inmerecimiento por tener un buen trabajo, sabiendo que existe por ahí alguien que seguramente es más capaz? Probablemente no. Es cierto que en algunos aspectos actuamos meritocráticamente, pero difícilmente deseamos que la estructura básica de la sociedad sea meritocrática, porque la revolución sería total.
En el tema electoral, respecto del cual se inició la discusión de cuotas de representación para la mujer, imagino que pocos creen que los parlamentarios que resultaron electos en diciembre pasado lo fueron por ser los mejores.
En una sociedad ideal, en la que todos han tenido iguales oportunidades de desarrollo, podemos preguntarnos quiénes son los más idóneos para ciertos cargos. Mientras, dejemos el cinismo de lado y comencemos a discutir.

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